LA EROSIÓN DE SUELOS ARGENTINOS.
Erosión de
suelos en Argentina, un problema ambiental y social. Un 20% del suelo argentino se
encuentra en estado de erosión.
De manera silenciosa, casi sin darnos cuenta, la erosión del suelo avanza en la región y se vuelve uno de los principales problemas ambientales, sociales y económicos que debe enfrentar el país.
De manera silenciosa, casi sin darnos cuenta, la erosión del suelo avanza en la región y se vuelve uno de los principales problemas ambientales, sociales y económicos que debe enfrentar el país.
Por: Paula Rizzi
En
materia medioambiental estamos acostumbrados a asombrarnos por los grandes
desastres naturales como tsunamis, terremotos o huracanes, que por lo general
ocurren en otras zonas del globo y sobre los que resulta casi imposible actuar.
Pero, cuando se trata de procesos graduales, que poco a poco van modificando
nuestro entorno y requieren de acciones inmediatas para no volverse
irreversibles, cobran una escasa o nula difusión.
En la
Argentina uno de los mayores problemas ambientales es la degradación o erosión
de los suelos, un camino sin retorno, dado que la tierra que se pierde es casi
imposible de recuperar. Sin embargo, pocas veces se analiza esta situación y se
reconoce la importancia de su preservación, incluso en un país basado en la
actividad agropecuaria y que depende de este recurso para el desarrollo
económico y social.
La vida
en el planeta, tal como la conocemos, sería imposible si no existiera el suelo.
Esta delgada piel de la tierra es fuente de agua y nutrientes para las plantas,
lo que posibilita el desarrollo de los ecosistemas. Además, tiene la capacidad
de producir todos los alimentos que consumimos a diario, mantener el equilibrio
de la atmósfera, receptar residuos y filtrar contaminantes. De su óptima
conservación, entonces, depende la economía de los pueblos, el bienestar de las
personas y el desarrollo de la biodiversidad.
A pesar
de su importancia, las actividades humanas implementadas a lo largo de los años
no tuvieron en cuenta su preservación, por lo que en la actualidad los diversos
procesos de degradación o erosión están ocasionando la disminución de su
calidad y, en algunos casos, la pérdida total.
La
degradación del suelo es el proceso por el cual pierde importantes propiedades,
en cambio, la erosión es un fenómeno más complejo, dado que genera la
expiración del material superficial por efecto de arrastre del viento y del
agua —erosión eólica y erosión hídrica—. En este sentido, un 75 % del suelo
argentino se encuentra degradado y un 20 %, en estado de erosión. Se trata de
un fenómeno que no solo perjudica a la calidad de la tierra y la vuelve
improductiva, sino que además puede generar procesos más complejos e
irreversibles como la desertificación, es decir, la conversión en desierto de
un territorio árido, semiárido o subhúmedo.
Si bien
esta situación puede asociarse a condiciones climáticas adversas, como
prolongadas sequías e inundaciones, las actividades humanas tienen,
ciertamente, la mayor parte de la responsabilidad. Por ejemplo, algunos de los
procesos cotidianos que tienen lugar en la región son el desmonte e incendio de
áreas forestales para el desarrollo de la actividad agrícola en el Chaco; la
sobreexplotación de las tierras y su manejo inadecuado con presencia de
monocultivos como la soja transgénica; el excesivo pastoreo por parte de la
hacienda ovina en la Patagonia; la gran utilización de agroquímicos,
insecticidas o herbicidas que generan contaminación y la expansión de las áreas
urbanas.
El
problema nace de la idea arraigada de que se necesita intensificar la
producción en el menor tiempo posible, lo que lleva a producir en base a
modelos poco planificados y pensados en el corto plazo. Por el contrario, otros
fundamentan que estos procesos son necesarios para asegurar la distribución
alimentaria y que la degradación, erosión y desertificación ponen en peligro el
sistema productivo e intensifican los riesgos sociales y económicos que llevan
a la pobreza y la marginación.
Un claro
ejemplo es el de la soja transgénica, monocultivo que ocupa 18 millones de
hectáreas del territorio nacional —es decir, el 50 % de la superficie
agrícola—. Para su desarrollo se requiere del uso excesivo de agroquímicos que
contaminan el aire, el suelo y el agua, y ponen en riesgo la salud de las
personas. Además, necesita de la extracción de miles de nutrientes del suelo,
esto genera su progresiva degradación y erosión. Como corolario, el producto
que se obtiene se exporta —en su mayor parte— y las ganancias quedan en pocas
manos.
Resulta
fundamental tomar conocimiento y comprender que la erosión del suelo es uno de
los mayores problemas a nivel nacional y global. Esta problemática, que se
intensifica cada vez más, es la consecuencia de haber aplicado durante muchos
años métodos que no tienen en cuenta los efectos a largo plazo. Es hora pensar
a futuro y trabajar con los recursos naturales de manera sustentable. Para esto
se necesita de un fuerte compromiso estatal, con legislación pertinente e
incorporación de planes de educativos dirigidos a toda la comunidad.